lunes, diciembre 08, 2008

Chapitre I - Partie II


"La nena es un uno con ceros a partir de hoy.

La nena ya no arruga los ojos, no ha visto la luz.

En la sucursal del infierno no existen ventanas.

Su suerte cotiza en billetes de otro país.

Su vida es un trueque vulgar parecido a la muerte

La nena no va a ir esta tarde a su clase de inglés."

Ricardo Arjona - La nena


Sentado en el piso, después de meditar por un buen tiempo acerca de lo acontecido, observó detenidamente el recinto en el que se hallaba. Era un lugar definitivamente lujoso: piso de madera alemana, cornisas de yeso con motivos griegos, techo con estuco veneciano, paredes blancas con imágenes en relieve, el espejo ornamentado con bordes dorados. ¿Será que estoy muerto? – Se preguntó Gabriel mientras seguía observando. – Tanto lujo reunido no es algo que yo vería en vida. Abrió la cortina y echó un vistazo hacia el exterior… ¡Oh sorpresa! ¡Estaba viendo la esquina de la carrera cuarta con calle setenta y dos! Eso era un signo inequívoco de que seguía vivo. En ese preciso instante despertó de su sutil atontamiento. Se miró el abdomen, tenía una herida de puñal a medio cicatrizar, quiso encontrar sus objetos personales y su ropa sin éxito alguno (tenía puesta una bata como de enfermo) y finalmente se dirigió con rapidez la puerta de la habitación que parecía no tener fin.

- Es usted un verdadero cazador de talentos – dijo Mariana – carne de esa calidad no se consigue todos los días. ¿Qué edad cree que tenga?

- Tiene diecisiete años, eso dice en su documento de identidad – respondió Carlos con vehemencia – es un pobretón sin futuro de esos de la plebe con los que fácilmente se cuenta para estas cosas, tiene una belleza exquisitamente rara, es demasiado bello para desperdiciarlo. Le agradezco por el cumplido, la verdad fue una fortuna para el negocio haberlo encontrado de la nada, sobre todo en medio del escape de Jan que era una de las mercancías más solicitadas.

- Eso es un signo de que Dios nos ha vuelto a sonreír – aseguró Mariana con una sonrisa en su rostro – los nuevos clientes quedarán satisfechos de tener carne fresca, pero me inquietan un poco los padres del chico ese…

- No se preocupe mi señora – dijo Carlos con sorna – ya le he largado unos millones al padre, en cuanto a la madre ha tocado dejarla tomando el descanso, casi atrapan a mis hombres.

- Lo que toca hacer, toca hacerlo así parezca muy drástico – dijo Mariana con una mirada lunática – Dios nos ha bendecido mucho con este negocio como para dejarlo caer.

- Totalmente de acuerdo Mary – asintió Carlos – mientras tanto propongo un brindis por el dinero. ¡Por el dinero!

Mientras Mariana y Carlos brindaban por tener carne fresca para su negocio, tras la puerta Gabriel se sintió morir, habían traficado con él miserablemente y habían asesinado a su madre, sabía que esa clase de gente no lo querría precisamente para que les barriera el cuarto y menos si hablaban de un negocio, dejó escapar las lágrimas que le ahogaban por dentro mientras recordaba a la única persona que había querido realmente en su vida. De repente, en medio de su dolor, sintió que una fuerza descomunal tiraba de él mientras escuchaba la conversación.  JEFEEE – gritó el hombre – ya despertó el mocoso. Carlos abrió la puerta y observó al muchacho forcejeando por librarse de los potentes brazos del macancán.

- Hola preciosura, – dijo Carlos con una mirada examinadora – ¿cómo te llamas?

- Usted ya sabe desgraciado – dijo Gabriel con la voz entrecortada por las lágrimas – déjeme ir más bien.

- Bueno Gabriel, ¿qué alcanzaste a oír? – preguntó Carlos con seriedad –  ¿Qué entendiste?

- Usted mató a mi mamá hijueputa – vociferó Gabriel con toda la ira de la que pudo hacer acopio – me quitó a mi familia, ¿qué quiere hacer conmigo?

- Verás niñito – dijo Carlos con una gran sonrisa envenenada – tu padre me dio plenos derechos sobre ti, firmó unos papeles, me dijo que podía hacer lo que yo quisiera contigo, en cuanto a tu madre… fue lamentable lo que sucedió, se puso un tanto rebelde, así que tuve que tomar medidas.

-MALDITOOOO, OJALÁ SE MUERA EN EL INFIERNO – gritó Gabriel con todas sus fuerzas – MÁTEME TAMBIÉN ENTONCES… ¡HÁGALO AHORA!

- No querido – respondió Mariana que se hallaba de pie en el umbral de la puerta – tenemos un mejor plan para ti, conocerás gente, conocerás el mundo y además podrás vivir con lujo, ¿no te alegra?

- Pues no sé de qué me habla perra malparida – murmuró sonoramente Gabriel – yo lo quiero es irme de acá.

Mariana y Carlos se burlaron de la desesperación del pelirrojo, cruzaron unas frases en el salón donde se hallaban conversando hacía unos momentos, después de eso volvieron a salir del salón hacia el rellano donde se hallaban Gabriel y el guardaespaldas de Carlos. Miguel, lleva a este mocoso al chalet, mañana lo llevarás donde los hados y diles que lo traten con cuidado, que es un encargo especial de los grandes – ordenó con exacerbado dramatismo Mariana – y cuidado con tocarle un pelo o tendré que usar a mi viejas amigas Taurus y Smith & Wesson.

- Como ordene mi señora – respondió Miguel con socarronería mientras asía al joven de un brazo – llegará sano y salvo.

Gabriel estaba completamente trastornado, el día en que por fin pudo respirar la libertad se había convertido en el inicio de su cautividad. Tan trastornado estaba que no vio cuando el carro arrancó, se dirigió hacia el norte y aparcó en un lugar oculto del lujoso barrio Chicó. Tan trastornado estaba que no creyó real la violación de la que fue víctima y Miguel, el guardaespaldas, el victimario. Tan ensimismado estaba que no puso atención a los detalles de la suntuosa casa a la que le llevaban en los Altos de Yerbabuena. Solo vio que aquel cruento guardaespaldas se dirigía a unos jóvenes tan bellos en apariencia como faltos de espíritu, sólo vio que lo dirigían a una habitación iluminadísima, diseñada con lujo y con comodidades.

Ni siquiera la luz de un millón de soles o el sonido de todos los coristas del mundo podrían ocultar el silencio y la oscuridad que reinaban en el interior de Gabriel, que terminó durmiendo vestido y con los ojos abiertos a la espera de un regocijo que nunca llegó.

domingo, diciembre 07, 2008

Chapitre I - Partie I

Negro... Amarillo... Negro... Amarillo... Negro... Lámpara... Negro... Blanco... Gris… Cuadro… Mesa… Cama... Armario… Ventana… Alféizar… Foto… Artículos… Yo… ¿Dónde diablos estoy?

Al despertar sobre un mullido colchón, sábanas de seda y cobijas térmicas, Él se dio cuenta que no era su hogar donde ahora se hallaba. Al tratar de levantarse sintió un agudo dolor en el abdomen, no estaba muerto, trató de ponerse en pie pero sus piernas no respondían adecuadamente, sentía una molestia en la cabeza pero no sabía exactamente qué. Después de un lapso que le pareció eterno se pudo dirigir al espejo anclado en la pared. ¿Quién eres tú guapetón? – Dijo Él en voz alta – Tu rostro me es familiar… Giró una y otra vez frente al espejo todavía aletargado por el sueño mientras seguía mirando la figura que aparecía en el pedazo de cristal bien pulido de la pared.  De repente, otro agudo dolor lo aquejó, esta vez no era en el abdomen. Era en su mente.

Era un día nublado de Diciembre, ya había recibido su título, había sido reconocido como el mejor de aquel colegio de Ciudad Bolívar y sobre todo había logrado lo que muy pocos en ese lugar: entrar a una universidad. Unos decían que era por ser medio extranjero, otros decían que era por su apariencia, otros decían que era un genio, comentarios que a Gabriel poco o nada importaban, lo único que creía era que lo merecía, para celebrar dicho suceso creyó adecuado tomar un breve paseo por la ciudad. Peinó cuidadosamente su larga y atractiva cabellera roja, se lavó los dientes y la cara, se afeitó, se echó desodorante, colonia, bálsamo para los labios, contó el dinero que había ahorrado y se puso la ropa que le regaló hace un tiempo uno de sus amantes.

Salió de su casa con afán, con esa apariencia seguro que le tomarían por uno de esos niños gomelos y se podría meter en un problema. Tomó el bus que le llevaría a su destino, se acomodó en la última fila, le compró un lirio rojo a una mujer que se subió a vender flores y lo acomodó en su cabello, finalmente se quedó dormido. Al llegar al lugar indicado se bajó del bus y cruzó la calle, vio una cafetería y tomó una tisana de Mentha spicata como a él le gustaba decir. Esperó por unas dos horas mientras se retorcían en su mente los recuerdos de sus compañeros de estudio, sus amantes, sus vecinos y su familia, en el justo instante en que empezó a pensar en su familia se le hizo que su agua aromática se tornaba amarga.

Carrera segunda con calle setenta y dos, rezaba una placa que vio colgada en una esquina, allí se divirtió un poco en medio de la vegetación reforestada de aquel opulento barrio radicalmente opuesto al ambiente que reinaba en su barrio al sur de la ciudad. Le encantaba jugar solo y perseguir aves, tirarse al pasto, reírse como un loco de nada… la vida lo había enseñado a que él mismo era la mejor compañía que podía tener. Después de un rato de tranquilidad resolvió ir a pasear al Centro, ir a comer un helado, ver de pronto una película y llegar justo a tiempo para que su padre no lo reprendiera por andar muy tarde en las calles. Se encaminó por la calle setenta y dos hacia el occidente para tomar el transporte que va al centro de la ciudad, escuchó unos ruidos estruendosos unas calles al norte pero no hizo caso, simplemente siguió caminando, vio cruzar a toda velocidad unos carros lujosísimos por la carrera cuarta y en ese preciso instante vio que un hombre lo señalaba y lo tomaba fuertemente entre sus brazos. El pánico se manifestó encalambrando sus músculos dorsales mientras el hombre que lo sujetaba ahora huía de su campo visual, se sentía muy débil por alguna razón y no tardó en darse cuenta que esa sensación de ingravidez estaba relacionada con la mancha escarlata que se extendía desde su costosa camiseta blanca hasta una alcantarilla situada a un metro de él. Sintió sueño.

En ese momento, Gabriel dejó de mirar el espejo.

jueves, diciembre 04, 2008

Tomar un té conmigo mismo

Empiezo hoy el día madrugándole a mis deberes, por una extraña confusión llegué 7 horas antes de mi exámen final a la universidad, en eso y en otra cosa secretica me parezco a Dumbledore; somos especialistas en envolvernos en coincidencias curiosas.

Empiezo también mi día con algo de inanición, no desayuné mucho, simplemente vine como un zombie a demostrar mi escaso conocimiento en el vasto mundo de los animales invertebrados. En estos momentos no pienso mucho, pero tengo que hacerlo.

Sin embargo a pesar del día tan rutinario y tan aburrido ha surgido en mí una emoción incontenible, un ímpetu que hace mucho tiempo no sentía, desde hace rato que no plasmo en letras mis pensamientos, mis divagaciones, mis locuras, mis sueños y mis desilusiones. Desde hace varios días que he necesitado hacerlo, tal vez en medio de una crisis de mi secretísimo trastorno obsesivo-compulsivo sentí esa urgencia, lo único que espero es que las palabras de este pésimo escritor le lleguen a alguien como le llegaría un mensaje en una botella a una doncella en la playa.

Mientras tanto, me iré a tomar un té