domingo, diciembre 07, 2008

Chapitre I - Partie I

Negro... Amarillo... Negro... Amarillo... Negro... Lámpara... Negro... Blanco... Gris… Cuadro… Mesa… Cama... Armario… Ventana… Alféizar… Foto… Artículos… Yo… ¿Dónde diablos estoy?

Al despertar sobre un mullido colchón, sábanas de seda y cobijas térmicas, Él se dio cuenta que no era su hogar donde ahora se hallaba. Al tratar de levantarse sintió un agudo dolor en el abdomen, no estaba muerto, trató de ponerse en pie pero sus piernas no respondían adecuadamente, sentía una molestia en la cabeza pero no sabía exactamente qué. Después de un lapso que le pareció eterno se pudo dirigir al espejo anclado en la pared. ¿Quién eres tú guapetón? – Dijo Él en voz alta – Tu rostro me es familiar… Giró una y otra vez frente al espejo todavía aletargado por el sueño mientras seguía mirando la figura que aparecía en el pedazo de cristal bien pulido de la pared.  De repente, otro agudo dolor lo aquejó, esta vez no era en el abdomen. Era en su mente.

Era un día nublado de Diciembre, ya había recibido su título, había sido reconocido como el mejor de aquel colegio de Ciudad Bolívar y sobre todo había logrado lo que muy pocos en ese lugar: entrar a una universidad. Unos decían que era por ser medio extranjero, otros decían que era por su apariencia, otros decían que era un genio, comentarios que a Gabriel poco o nada importaban, lo único que creía era que lo merecía, para celebrar dicho suceso creyó adecuado tomar un breve paseo por la ciudad. Peinó cuidadosamente su larga y atractiva cabellera roja, se lavó los dientes y la cara, se afeitó, se echó desodorante, colonia, bálsamo para los labios, contó el dinero que había ahorrado y se puso la ropa que le regaló hace un tiempo uno de sus amantes.

Salió de su casa con afán, con esa apariencia seguro que le tomarían por uno de esos niños gomelos y se podría meter en un problema. Tomó el bus que le llevaría a su destino, se acomodó en la última fila, le compró un lirio rojo a una mujer que se subió a vender flores y lo acomodó en su cabello, finalmente se quedó dormido. Al llegar al lugar indicado se bajó del bus y cruzó la calle, vio una cafetería y tomó una tisana de Mentha spicata como a él le gustaba decir. Esperó por unas dos horas mientras se retorcían en su mente los recuerdos de sus compañeros de estudio, sus amantes, sus vecinos y su familia, en el justo instante en que empezó a pensar en su familia se le hizo que su agua aromática se tornaba amarga.

Carrera segunda con calle setenta y dos, rezaba una placa que vio colgada en una esquina, allí se divirtió un poco en medio de la vegetación reforestada de aquel opulento barrio radicalmente opuesto al ambiente que reinaba en su barrio al sur de la ciudad. Le encantaba jugar solo y perseguir aves, tirarse al pasto, reírse como un loco de nada… la vida lo había enseñado a que él mismo era la mejor compañía que podía tener. Después de un rato de tranquilidad resolvió ir a pasear al Centro, ir a comer un helado, ver de pronto una película y llegar justo a tiempo para que su padre no lo reprendiera por andar muy tarde en las calles. Se encaminó por la calle setenta y dos hacia el occidente para tomar el transporte que va al centro de la ciudad, escuchó unos ruidos estruendosos unas calles al norte pero no hizo caso, simplemente siguió caminando, vio cruzar a toda velocidad unos carros lujosísimos por la carrera cuarta y en ese preciso instante vio que un hombre lo señalaba y lo tomaba fuertemente entre sus brazos. El pánico se manifestó encalambrando sus músculos dorsales mientras el hombre que lo sujetaba ahora huía de su campo visual, se sentía muy débil por alguna razón y no tardó en darse cuenta que esa sensación de ingravidez estaba relacionada con la mancha escarlata que se extendía desde su costosa camiseta blanca hasta una alcantarilla situada a un metro de él. Sintió sueño.

En ese momento, Gabriel dejó de mirar el espejo.

4 comentarios:

Emmanuel Ariza dijo...

vamos bien, vamos bien, espero la continuacion, por que me dejo con la duda...

Lord Raven dijo...

Gracias Emanuel, lo continuaré pronto las mejores historias toman tiempo y mi idea es que sea un relato muy bueno. :P

Ah, se me olvidaba decir que me encantó su última entrada.

LR

Anónimo dijo...

"La vida lo había enseñado a que él mismo era la mejor compañía que podía tener" Es melancólico...demasiado, me gustó.

Camilo Uribe Botta dijo...

Ay no, ahora me dio miedo bajar de mi casa a la carrera séptima, tengo que pasar por esa misma esquina de la carrera cuarta donde suelen pasar carros lujosísimos a toda velocidad....

Me gusta David, quiero ver la "Partie Deux"!! Sabe manejar la intriga y dejar al lector con la expectativa... es como esos capítulos de ciertos libros que al terminarse invitan a leer el siguiente y así sucesivamente, lo que lo sumerge a uno en la historia por una cantidad de tiempo bastante larga.